Recuerdo cuando paseábamos por aquella playa
y lo único que me preocupaba era
que no consiguiera
enamorarte.
Y sentir cada resquicio de tus dedos,
deslizándose por los míos,
significaba caer de bruces contra el suelo
y rendirme a los pies del amor.
No necesitaba mucho para sentir que era inmortal,
siempre y cuando tú no anduvieras muy lejos.
Y la explosión de felicidad en la que se resumía mi corazón
cuando me sonreías,
cuando me abrazabas,
cuando me querías.
O al menos,
fingías hacerlo muy bien.
Y es que antes de conocerte,
solo pensaba en la forma de arreglar todos los corazones rotos
que me iba encontrando en el camino.
Porque sabía perfectamente
lo que es tener una arteria clavada en un pulmón,
No tener una válvula de escape para todas esas veces
que el aire parece dejarnos solos.
Un pinchazo continuo en un pecho vacío,
que solo sirve para respirar.
Y como buen desastre que soy,
nunca lo conseguí.
Hasta que un día
llegaste a mi vida,
con tus andares
y tus manías
me cogiste de la mano,
y desde ese preciso momento en el que me miraste con ojos sinceros
no hubo marcha atrás.
Ni marcha adelante.
ni hacia ningún lado que no fueran tus mentiras.
Pero hoy vuelvo a pisar fuerte.
Quiero encontrarnos de frente,
y decirte,
que no entiendo nada de lo que has hecho conmigo.
Que del pedestal en el que yo pensaba que estaba
he caigo al sótano mas profundo.
que tengo mil preguntas en el tintero
y tu ni siquiera
haces amago de quitarte el sombrero
cuando paso a tu lado
te miro
y haces retumbar el suelo
con tan solo una mirada.
Y es que a día de hoy sigo pensando en aquel momento en el que me di cuenta
de que me habías hecho perderme,
para mi desgracia,
no contigo.
Y se que yo soy la responsable de este desastre.
De este terremoto de desprecios,
de esta guerra de orgullo que
desde hace mucho,
has ganado.
Pero no por ello voy a tirar la toalla.
porque a diferencia que tu,
yo desde el primer día
fui valiente,
y a día de hoy,
aun con lagrimas en los ojos,
y el corazón perdido en alguno de tus besos,
sigo siéndolo.
Aunque sepa que tus labios ya no son míos,
y que tu intención conmigo,
no sea viajar hasta que se termine la gasolina.
Aunque sepa, que hay sitios
que ya no volveremos a pisar juntos,
y si te soy sincera,
no quiero que los pisemos con nadie mas.
Porque fue nuestra primera vez reinando las alturas,
entre pequeñas dulzuras,
que marcaron nuestro principio.
Y también,
nuestro final.
Después de todo lo que te he dicho,
solo espero,
que no
me olvides
jamás.
ten por cuenta que yo no lo haría,
porque gracias a ti,
mi corazón a vuelto a la vida.
y eso no lo cambio
por nada.
Quizás el engaño más bonito de todos.
He soñado que me echabas de menos.
Que echabas de menos cada resquicio de mi cuerpo.
Cada grieta, cada curva, cada pared escarpada, de esas que te encantaba escalar.
Y cómo navegabas en el mar de mi boca, chocando mi lengua con la tuya, peleando por ver quién era más fuerte.
Pero sé que mientras yo soñaba contigo,
tu te perdías en otras bocas,
e investigabas sin brújula ni mapa,
en otros cuerpos.
Y es que no todo el amor tiene que ser verdadero.
Con que sea amor, es suficiente.
Pero si no es amor,
entonces desechemos la esperanza,
los sueños,
los besos.
Desechemos los buenos momentos,
las (son)risas,
las carcajadas a pleno pulmón;
Desechemos todas y cada una de las veces
que me hiciste el amor,
y desechemos esas otras,
en las que te dejaba derrumbarme el muro,
y dejaba que me lo hicieras.
Porque si esto no ha sido amor,
no sé lo que ha sido.
Quizás el engaño más bonito de todos.
Diferente.
Nunca me habia pasado.
Yo estaba en mi casa,
en mi sofá,
con cientos de mantas,
y un gran bol de palomitas.
Y aunque es cierto,
y sabia
que mi estómago jamás podría con todas ellas,
no compartía.
Allí estaba yo,
en mi casa.
Pensando en mis cosas,
Ahi,
con el corazón cerrado.
Cerrado al querer y
cerrado al que me quieran.
Digo estaba,
y no estoy;
porque ahora bailo bajo la lluvia;
con una esperanza renovada,
con unos estereotipos completamente destrozados;
con una verguenza inmensa,
y con unas ganas de seguir bailando,
que jamás habían estado en un estadio tan alto.
Porque la esperanza tiene más fuerza que el amor.
Y cuando se juntan son invencibles.
Me gustaría decirte que vuelvas,
que te echo de menos.
Que sin nuestra rutina me cuesta completar la mía,
que no te he olvidado,
ni me he acostumbrado a estar sin ti.
Que el tiempo que pasábamos juntos,
ahora lo vivo
en la soledad de nuestros recuerdos,
entre los brazos fantasmas que un día me abrazaban.
Me gustaría que me dijeras qué hice mal,
que dije que te ofendió,
o que no dije, quizás mejor.
Necesito que suene el teléfono y tropezarme una y mil veces con tu voz al otro lado.
Porque las heridas dejan de doler si estoy entre tus labios.
Necesito que me digas que nada ha cambiado,
que me echas de menos,
y que quieres volver a hacerme tuya
otra noche de tormenta
en la que lo único que está bien
somos nosotros.
Ese día discutimos.
Ese día, discutimos.
Yo estaba enfadada porque no notaba amor, y otros querían dármelo. Sus ganas de verme disimulaban muy bien, y como si un vaso de agua fueran, habían apagado las mías.
Ese día discutimos porque mi corazón ya no se aceleraba cuando me besaba, pero sentados en aquel banco, no quería que nuestros labios discutieran pegados, sin hablar, por si acaso me desmontaba la teoría (otra vez).
Y sus brazos buscaban mi cuerpo.
Y mi cuerpo repelía sus brazos.
Y así pasó la discusión,
entre intentos de acercamiento,
y otros fallidos de alejarme.
Porque en el fondo sabía que aunque estuviéramos discutiendo,
aunque estuviera enfadada,
triste,
desganada,
apagada,
y sola;
no tenía nada que perdonarle.
Y eso me hacía odiarme.
Por eso,
ese día discutimos.
Yo estaba enfadada porque no notaba amor, y otros querían dármelo. Sus ganas de verme disimulaban muy bien, y como si un vaso de agua fueran, habían apagado las mías.
Ese día discutimos porque mi corazón ya no se aceleraba cuando me besaba, pero sentados en aquel banco, no quería que nuestros labios discutieran pegados, sin hablar, por si acaso me desmontaba la teoría (otra vez).
Y sus brazos buscaban mi cuerpo.
Y mi cuerpo repelía sus brazos.
Y así pasó la discusión,
entre intentos de acercamiento,
y otros fallidos de alejarme.
Porque en el fondo sabía que aunque estuviéramos discutiendo,
aunque estuviera enfadada,
triste,
desganada,
apagada,
y sola;
no tenía nada que perdonarle.
Y eso me hacía odiarme.
Por eso,
ese día discutimos.
Ella era la pólvora
y mi misión era poner la chispa.
Y no hubo fuego hasta que descubrí
que el secreto estaba en la manera
en que sus ojos ardían.
Y después fue fácil.
Mis manos friccionaban con sus curvas
y se prendían nuestras almas.
Y por mucho que ardiésemos
sus ojos no se apagaban.
Y aunque pasara el tiempo
quemaban como el primer día.
Huir.
Ya ves. Quizás no soy tan asentimental como creíamos.
Quizás, he perdido en mi propio juego: he caído en mi encerrona y no sé como salir. Solo sé coger el camino fácil.
Sólo sé huir.
Huir de todo aquello que te despierta la humanidad,
de todo eso que te acaricia con una pluma alrededor del ombligo y te hace sentir vulnerable.
Solo sé huir de ti.
Huir de ti y de tus manos entre las que me escurro, me escapo, me zafo, creando un vacío y odiándome, porque así le doy la oportunidad a otra de ocuparlo.
Y cuando tus manos se enlazaban en mi nuca y no me dejaban irme de tus besos...
Cuando tocabas el piano en mi sonrisa y me apuñalabas con abrazos el corazón.
Cuando me autoengañaba pensando que te importaba.
Cuando me hice la tonta.
Cuando ya no más.
Quizás, he perdido en mi propio juego: he caído en mi encerrona y no sé como salir. Solo sé coger el camino fácil.
Sólo sé huir.
Huir de todo aquello que te despierta la humanidad,
de todo eso que te acaricia con una pluma alrededor del ombligo y te hace sentir vulnerable.
Solo sé huir de ti.
Huir de ti y de tus manos entre las que me escurro, me escapo, me zafo, creando un vacío y odiándome, porque así le doy la oportunidad a otra de ocuparlo.
Y cuando tus manos se enlazaban en mi nuca y no me dejaban irme de tus besos...
Cuando tocabas el piano en mi sonrisa y me apuñalabas con abrazos el corazón.
Cuando me autoengañaba pensando que te importaba.
Cuando me hice la tonta.
Cuando ya no más.
Segundo asalto.
Aún no se como voy a digerir todas las poesías que te he escrito, ni todos los besos que me han quedado en la recámara, dispuestos a dispararte.
Aún no tengo ni la menor idea de como voy a dejar de pensar en ti, en nosotros, y en lo que el destino y las circunstancias no nos dejan ser.
Tampoco quiero pensar en qué hubiera pasado con nuestra cordura si el tiempo hubiese sido generoso y nos hubiera dejado enamorarnos.
No sé como voy a decirle a mi corazón que ya no tiene que echarte de menos, que tú ya no estás, ni vas a volver.
Y aún recuerdo como la lluvia no era un inconveniente para que tu alma volase y, la mía, intentara seguirla, al parecer sin mucho éxito.
La verdad es que no sé que hago escribiéndote una vez más, sabiendo que esto solo va dirigido a mi, para vomitar todo lo que no me atrevo a decirte.
Y quizás es cierto eso de que el karma existe y cada uno tiene lo que se merece. Porque aún no tenía el corazón reanimado cuando ha recibido el segundo golpe. Y claro, se recuperará. Pero quizás preferiría que el puñetazo fuera más doloroso, retumbase en el estómago, y haberme hecho feliz algo más de tiempo. Pero desde aquel día de festejo el reloj de arena se dio la vuelta, y ha parado de contar antes de lo que esperaba.
Sólo me queda desearme buena suerte. Si, a mi. Porque yo soy la torpe en esto de vivir. La inútil que solo sabe soñar con escribir letras que te apuñalen el corazón. Porque solo con un bolígrafo en la mano puedo mostrarme desnuda de la manera en que pocos me han visto.
Y no, esta vez no voy a acallar al corazón con los gritos de otros labios, ni tampoco me intentaré sentir mejor mordiendo otros corazones para que comprendan el dolor que sufre el mío. Voy a llorar lo que tenga que llorar con orgullo, que los torrentes ya tienen su cauce. No puedes acostumbrar a la felicidad a un alma que solo sabe ser errante, no se puede romper un corazón que nunca ha estado de una pieza.
Aún no tengo ni la menor idea de como voy a dejar de pensar en ti, en nosotros, y en lo que el destino y las circunstancias no nos dejan ser.
Tampoco quiero pensar en qué hubiera pasado con nuestra cordura si el tiempo hubiese sido generoso y nos hubiera dejado enamorarnos.
No sé como voy a decirle a mi corazón que ya no tiene que echarte de menos, que tú ya no estás, ni vas a volver.
Y aún recuerdo como la lluvia no era un inconveniente para que tu alma volase y, la mía, intentara seguirla, al parecer sin mucho éxito.
La verdad es que no sé que hago escribiéndote una vez más, sabiendo que esto solo va dirigido a mi, para vomitar todo lo que no me atrevo a decirte.
Y quizás es cierto eso de que el karma existe y cada uno tiene lo que se merece. Porque aún no tenía el corazón reanimado cuando ha recibido el segundo golpe. Y claro, se recuperará. Pero quizás preferiría que el puñetazo fuera más doloroso, retumbase en el estómago, y haberme hecho feliz algo más de tiempo. Pero desde aquel día de festejo el reloj de arena se dio la vuelta, y ha parado de contar antes de lo que esperaba.
Sólo me queda desearme buena suerte. Si, a mi. Porque yo soy la torpe en esto de vivir. La inútil que solo sabe soñar con escribir letras que te apuñalen el corazón. Porque solo con un bolígrafo en la mano puedo mostrarme desnuda de la manera en que pocos me han visto.
Y no, esta vez no voy a acallar al corazón con los gritos de otros labios, ni tampoco me intentaré sentir mejor mordiendo otros corazones para que comprendan el dolor que sufre el mío. Voy a llorar lo que tenga que llorar con orgullo, que los torrentes ya tienen su cauce. No puedes acostumbrar a la felicidad a un alma que solo sabe ser errante, no se puede romper un corazón que nunca ha estado de una pieza.
Te quiero tanto,
que si no te quisiera,
te seguiría queriendo.
Incluso odiándote,
te seguiría queriendo.
Incluso follándote,
te haría el amor.
Incluso con lágrimas en el corazón,
te sonreiría.
Incluso lejos,
te siento cerca.
Y es que ha llegado a tal punto,
que sentir todo lo que siento
me produce
al mismo tiempo
el dolor más puntiagudo
y la felicidad más deseada.
Y por eso,
por resucitarme el alma,
me sentiré eternamente agradecida.
Aunque sentirme así me vuelva a matar.
Y es que para ser tuya hay que tener valor.
que si no te quisiera,
te seguiría queriendo.
Incluso odiándote,
te seguiría queriendo.
Incluso follándote,
te haría el amor.
Incluso con lágrimas en el corazón,
te sonreiría.
Incluso lejos,
te siento cerca.
Y es que ha llegado a tal punto,
que sentir todo lo que siento
me produce
al mismo tiempo
el dolor más puntiagudo
y la felicidad más deseada.
Y por eso,
por resucitarme el alma,
me sentiré eternamente agradecida.
Aunque sentirme así me vuelva a matar.
Y es que para ser tuya hay que tener valor.
Creo.
Creo
que ya te has dado cuenta
de que me tienes enganchada.
Enganchada a tu forma
de vivir(me),
de besar(me),
de sentir(me),
de ser tú.
Creo
que ya te has dado cuenta
de que me alteras el corazón
que está en tu puño;
y de que me alternas los sentidos.
Que si estás cerca
no pueden funcionar todos a la vez.
Creo
que ya sabes que he perdido.
Que hacia mucho que mi corazón no latía así,
a este ritmo
y con esta intensidad.
Y no sé si el pegamento con el que cerré las grietas
aguantará mucho más.
Que la angustia esta volviendo a abrirlas.
Y que por eso, no quiero perderte.
Por eso mismo,
voy a intentar no perderme yo.
Porque si caigo en tu locura,
Los dos estamos perdidos.
Miro el reloj
y me doy cuenta de que el tiempo
corre en nuestra contra;
que la cuenta atrás ya ha comenzado.
Que los besos que nos quedan
ya están contados.
Al igual que las miradas,
las caricias,
y las veces
que nos perdamos entre las sábanas
haciéndonos
y creando
el amor.
Porque eso es lo que hacemos.
Cogemos algo de la nada
y lo hacemos nuestro.
Y así es como podemos hablar
de nuestra historia,
que aunque se acabe,
nunca caerá en el final del olvido.
Hoy al despertar
entre las caricias de mis sábanas
el aire sabía diferente.
Entraba por las fosas más claro,
limpio,
puro.
Como si tuviera más ganas
de ayudarme a vivir.
Hoy,
el café dejó su toque amargo habitual
por un toque de felicidad
que incluso afectaba al aroma.
Hoy
las palabras sonaban mejor,
con una melodía inaudible
que hacia vibrar el ambiente.
El agua de la ducha incluso,
caía con más dulzura.
Y el sol,
brillaba con más fuerza.
Hoy,
mi forma de verte
ha sido
diferente.
Ha sido
exactamente
como no quería que fuera.
entre las caricias de mis sábanas
el aire sabía diferente.
Entraba por las fosas más claro,
limpio,
puro.
Como si tuviera más ganas
de ayudarme a vivir.
Hoy,
el café dejó su toque amargo habitual
por un toque de felicidad
que incluso afectaba al aroma.
Hoy
las palabras sonaban mejor,
con una melodía inaudible
que hacia vibrar el ambiente.
El agua de la ducha incluso,
caía con más dulzura.
Y el sol,
brillaba con más fuerza.
Hoy,
mi forma de verte
ha sido
diferente.
Ha sido
exactamente
como no quería que fuera.
He llegado a la conclusión de que mi inspiración eres tú.
Hazme el amor
aunque no sepas cómo.
Disparemos nuestras armas
de fuego
y hielo
en nuestra guerra personal
de besos,
mordiscos y,
por qué no,
caricias.
Hagámonos gritar en silencio
y llorar
entre carcajadas.
Quiero que tus manos se deslicen
por mi cintura,
y tus ojos,
por la cascada de los míos.
Y que tus palabras sean una polea
que eleven mis comisuras.
Podría desear que todo fuera perfecto.
Pero no lo hago.
No lo hago porque me encanta
que no seas capaz de decirme
que me quieres.
Quizás porque decirlo en voz alta
sería aceptarlo;
o quizás porque realmente,
no lo sientas.
Y de entre esas dos opciones
me quedo con tus besos.
Porque
cuando tu lengua pelea con la mía,
cuando nuestras bocas se rugen,
cuando nuestros ojos se derriten
y
cuando nuestras sonrisas se hacen cómplices;
el mundo deja de ser tan importante
y
lo realmente grande
somos nosotros.
aunque no sepas cómo.
Disparemos nuestras armas
de fuego
y hielo
en nuestra guerra personal
de besos,
mordiscos y,
por qué no,
caricias.
Hagámonos gritar en silencio
y llorar
entre carcajadas.
Quiero que tus manos se deslicen
por mi cintura,
y tus ojos,
por la cascada de los míos.
Y que tus palabras sean una polea
que eleven mis comisuras.
Podría desear que todo fuera perfecto.
Pero no lo hago.
No lo hago porque me encanta
que no seas capaz de decirme
que me quieres.
Quizás porque decirlo en voz alta
sería aceptarlo;
o quizás porque realmente,
no lo sientas.
Y de entre esas dos opciones
me quedo con tus besos.
Porque
cuando tu lengua pelea con la mía,
cuando nuestras bocas se rugen,
cuando nuestros ojos se derriten
y
cuando nuestras sonrisas se hacen cómplices;
el mundo deja de ser tan importante
y
lo realmente grande
somos nosotros.
Vale por una carta de amor y un beso en la mejilla.
Y con el alma desnuda y apuñalada por un filo invisible te confieso que quiero huir.
Huir como una cobarde, pero huir.
Tan lejos que no pueda volver jamás a recordar cuando intenté destruirme y casi lo consigo.
Tan lejos que nunca parezca suficiente.
Quiero huir de ti, de él, y de ellos.
De las mentiras piadosas y no tan. De las lágrimas, las tardes sentada en el frío de los azulejos, intentando ser alguien que no quiero ser.
O quizás mejor, intentando no ser quien era.
Y quien, en ocasiones, soy.
Quiero irme tan lejos que nadie pueda seguir mis huellas, que se me olvide de donde vengo y a donde voy.
Empezar de cero.
Recrearme, o al menos, intentarlo.
Huir como una cobarde, pero huir.
Tan lejos que no pueda volver jamás a recordar cuando intenté destruirme y casi lo consigo.
Tan lejos que nunca parezca suficiente.
Quiero huir de ti, de él, y de ellos.
De las mentiras piadosas y no tan. De las lágrimas, las tardes sentada en el frío de los azulejos, intentando ser alguien que no quiero ser.
O quizás mejor, intentando no ser quien era.
Y quien, en ocasiones, soy.
Quiero irme tan lejos que nadie pueda seguir mis huellas, que se me olvide de donde vengo y a donde voy.
Empezar de cero.
Recrearme, o al menos, intentarlo.
Miedo.
Al final todo se reduce a eso.
El odio,
la ira,
la rabia,
Todo es miedo.
Miedo a que una persona te haga daño
o a perderla.
Miedo a hundirte a cada paso.
A la soledad.
O a la multitud.
A la muerte propia,
o ajena.
Y todo ese odio que enfocamos en el prójimo...
Lo creamos como un cuchillo apuntando al propio corazón,
Apretando al mismo compás
que el nudo de la garganta.
Preocupaciones
Supongo que a veces,
las cosas no son lo que parecen.
Le damos demasiada importancia a amores adolescentes que están de paso;
y demasiada poca a personas que han anclado su barco junto al tuyo,
para siempre.
las cosas no son lo que parecen.
Le damos demasiada importancia a amores adolescentes que están de paso;
y demasiada poca a personas que han anclado su barco junto al tuyo,
para siempre.
Masoca me llaman.
Me siento fría.
Me sientas frío.
No como la baja temperatura de un té en verano, congelado con respecto al ambiente, que refresca el calor que se pega a la piel.
Ni tampoco como el lado frío de la almohada en esas calurosas noches de verano.
No.
Me sientas frío, como el café que dejas olvidarse en la encimera de la cocina,
y que al recalentarlo, ya no es lo mismo.
Me sientas frío como esas mañanas de invierno en las que el viento corta la epidermis.
Me sientas frío como la mano de un cadáver putrefacto, o como la escarcha que no acaba de cuajar.
Me sientas frío como el agua de los charcos que atraviesa los calcetines y se aloja entre los dedos.
Me sientas frío como un esclavo enjaulado en su celda de piedra; como la soledad de un domingo de invierno. Como un corazón duro, de piedra.
Frío como la sensación de ponerse un collar metálico al salir de la ducha, empapada de vapor.
Me sientas frío, como el saber que ni yo soy para ti, ni tú eres para mi. Y que lo único que hacemos es perdernos en un laberinto, buscando el lugar donde más nos perjudique la llegada del invierno.
Masoca me llaman...
Me sientas frío.
No como la baja temperatura de un té en verano, congelado con respecto al ambiente, que refresca el calor que se pega a la piel.
Ni tampoco como el lado frío de la almohada en esas calurosas noches de verano.
No.
Me sientas frío, como el café que dejas olvidarse en la encimera de la cocina,
y que al recalentarlo, ya no es lo mismo.
Me sientas frío como esas mañanas de invierno en las que el viento corta la epidermis.
Me sientas frío como la mano de un cadáver putrefacto, o como la escarcha que no acaba de cuajar.
Me sientas frío como el agua de los charcos que atraviesa los calcetines y se aloja entre los dedos.
Me sientas frío como un esclavo enjaulado en su celda de piedra; como la soledad de un domingo de invierno. Como un corazón duro, de piedra.
Frío como la sensación de ponerse un collar metálico al salir de la ducha, empapada de vapor.
Me sientas frío, como el saber que ni yo soy para ti, ni tú eres para mi. Y que lo único que hacemos es perdernos en un laberinto, buscando el lugar donde más nos perjudique la llegada del invierno.
Masoca me llaman...
Divagaciones nocturnas sobre su persona; sentimientos momentáneos de una loca y descripciones no-exactas de momentos inexactos.
No sé qué esperas de mí.
Ni siquiera yo lo sé lo que espero de mi misma.
No sé a qué me refiero cuando te digo que no te entiendo.
Quizás porque a quien no entiendo,
es a mi.
No sé que esperar cuando tu mano acaricia mi mejilla.
Ni tampoco o cuando tu palma aterriza en mi culo.
Solo sé que en ambos momentos el corazón comienza a acelerar.
Y lo hace,
tanto,
que se para de seco
y se vuelve piedra.
Y trata de odiarte,
y evita mantener contacto directo con el alma que se refleja en tus ojos.
Y cuándo me preguntas que si te quiero,
se esconde bajo todas las capas de epidermis que encuentra.
Rehuye responderte perdiéndose en mares de los que quizás no pueda salir.
Y en ese instante nada está claro y mi racionalidad abandona este mundo.
Y ahí es cuando me besas, sin importarte lo que puedas romper en mi interior.
Porque realmente, no somos tan diferentes. Tú no quieres quererme, y yo no quiero que me quieras; porque solo así tendré una escusa para no hacerlo.
Ni siquiera yo lo sé lo que espero de mi misma.
No sé a qué me refiero cuando te digo que no te entiendo.
Quizás porque a quien no entiendo,
es a mi.
No sé que esperar cuando tu mano acaricia mi mejilla.
Ni tampoco o cuando tu palma aterriza en mi culo.
Solo sé que en ambos momentos el corazón comienza a acelerar.
Y lo hace,
tanto,
que se para de seco
y se vuelve piedra.
Y trata de odiarte,
y evita mantener contacto directo con el alma que se refleja en tus ojos.
Y cuándo me preguntas que si te quiero,
se esconde bajo todas las capas de epidermis que encuentra.
Rehuye responderte perdiéndose en mares de los que quizás no pueda salir.
Y en ese instante nada está claro y mi racionalidad abandona este mundo.
Y ahí es cuando me besas, sin importarte lo que puedas romper en mi interior.
Porque realmente, no somos tan diferentes. Tú no quieres quererme, y yo no quiero que me quieras; porque solo así tendré una escusa para no hacerlo.
Desnudo.
Es fácil quitarse la ropa,
tener relaciones,
disfrutar del contacto directo con otras pieles.
La gente lo hace todo el tiempo.
Pero,
abrirle tu alma a alguien,
dejarlo profundizar en tu espíritu,
pensamientos,
miedos,
esperanzas,
sueños,
dejarlo vivir tu pasado,
de la forma que tú lo viviste...
Quitarte las vendas y mostrar tus heridas
cubiertas de sal...
Eso es a lo que yo llamo estar desnudo.
tener relaciones,
disfrutar del contacto directo con otras pieles.
La gente lo hace todo el tiempo.
Pero,
abrirle tu alma a alguien,
dejarlo profundizar en tu espíritu,
pensamientos,
miedos,
esperanzas,
sueños,
dejarlo vivir tu pasado,
de la forma que tú lo viviste...
Quitarte las vendas y mostrar tus heridas
cubiertas de sal...
Eso es a lo que yo llamo estar desnudo.
Nunca encontrarás a nadie como yo.
Nunca nadie
te llamará gritando a las cuatro
de la mañana,
reprochándote culpas que no tienes.
Nunca nadie
te va a ser tan infiel
como yo;
y nunca nadie,
se va a arrepentir tan poco.
No esperes que nadie
se apoye en tu hombro como yo lo hice;
y rehuya cuando tu lágrima caiga.
Y menos mal
que nunca encontrarás a otra,
como yo;
que te repare tanto mal,
y que te cause tanto dolor.
Y cuando te resultaba incomprensible frente a la luna...
Doy gracias
por ser lo peor que has podido vivir;
por ser lo que más
vas a odiar.
He sido para ti
una batalla,
que aunque perdida,
demasiado bien luchada.
Te mentiría,
como tantas veces he hecho,
si te digo que siento
que no hayas podido conmigo;
que no me hayas vencido,
que tus besos
no fueran suficientes.
Que tus caricias
se quedaran cortas;
y tus miradas
no tuvieran destino fijo.
Te mentiría,
si,
porque ni si quiera yo,
puedo conmigo.
Matándote el corazón,
me aseguré
de que para bien
o para mal
no me vas a dejar salir
de tu cabeza.
¡Y qué afortunada soy
por ser yo
quien te haya hecho daño!
Nunca vas a odiar a nadie,
como me odias a mi,
pero tampoco amarás a alguien,
como me amaste a mi.
Al contrario,
yo si voy a encontrar a otro que,
como tú,
intentará, en vano,
arañarme el corazón
mientras yo,
rompo el suyo.
Otro que,
me quiera mil veces más que tú.
Otro
que acabe odiándome
más,
de lo que yo lo hago.
Y es que,
menos mal que nunca vas a encontrar
a nadie como yo.
te llamará gritando a las cuatro
de la mañana,
reprochándote culpas que no tienes.
Nunca nadie
te va a ser tan infiel
como yo;
y nunca nadie,
se va a arrepentir tan poco.
No esperes que nadie
se apoye en tu hombro como yo lo hice;
y rehuya cuando tu lágrima caiga.
Y menos mal
que nunca encontrarás a otra,
como yo;
que te repare tanto mal,
y que te cause tanto dolor.
Y cuando te resultaba incomprensible frente a la luna...
Doy gracias
por ser lo peor que has podido vivir;
por ser lo que más
vas a odiar.
He sido para ti
una batalla,
que aunque perdida,
demasiado bien luchada.
Te mentiría,
como tantas veces he hecho,
si te digo que siento
que no hayas podido conmigo;
que no me hayas vencido,
que tus besos
no fueran suficientes.
Que tus caricias
se quedaran cortas;
y tus miradas
no tuvieran destino fijo.
Te mentiría,
si,
porque ni si quiera yo,
puedo conmigo.
Matándote el corazón,
me aseguré
de que para bien
o para mal
no me vas a dejar salir
de tu cabeza.
¡Y qué afortunada soy
por ser yo
quien te haya hecho daño!
Nunca vas a odiar a nadie,
como me odias a mi,
pero tampoco amarás a alguien,
como me amaste a mi.
Al contrario,
yo si voy a encontrar a otro que,
como tú,
intentará, en vano,
arañarme el corazón
mientras yo,
rompo el suyo.
Otro que,
me quiera mil veces más que tú.
Otro
que acabe odiándome
más,
de lo que yo lo hago.
Y es que,
menos mal que nunca vas a encontrar
a nadie como yo.
Cañas y coño.
Ni soy la chica de tu vida,
ni la de tu boda.
No puedo ofrecerte amor,
ni fidelidad,
ni respeto.
Para que me entiendas,
soy la chica de las cañas
y el coño.
ni la de tu boda.
No puedo ofrecerte amor,
ni fidelidad,
ni respeto.
Para que me entiendas,
soy la chica de las cañas
y el coño.
Mátame el instinto.
Maldigo al instinto que me hizo alejarme de la felicidad.
Matar por quien intenta matarme,
y no por quien me protege.
Maldigo cada instante que me faltas,
cada lágrima,
que en forma de vapor
vuelve a ti.
Maldigo el hueco que dejaste en mi cama,
que, por cierto,
aún sigue ahí.
Maldigo cada día que no respiras en mi boca,
que no me quitas la ropa,
y que tus besos,
ya no son para mi.
Maldigo el dolor de corazones que me provocas,
las lágrimas que llevan tu nombre,
y no el nuestro.
Lo siento.
Lo siento por no luchar.
Por rendirme tan pronto.
Por no confiar en lo que me enseñaste.
Pero también te prometo,
que llegará el momento,
en el que nuestros caminos,
se vuelvan a encontrar.
Porque aunque no te des cuenta,
sigo buscando la forma
de que quieras
volver a dejarte conquistar.
Pónmelo dificil,
no me dejes olvidarte.
Hazme recordarte.
Y así, todo será más fácil.
Pum.
Y como un soplo de aire fresco cuando más lo necesitaba,
en ese momento en el que nadie
me abrazaba,
y tú venías a mi espalda a dibujarme corazones.
Que quizás ni tú mates por mi,
ni yo lo haga por ti.
Pero mientras nos matemos
(a besos)
el uno al otro,
es suficiente.
Siempre me viene a la mente
la sinceridad de tus ojos,
tus besos,
y los antojos
que tengo de ellos.
Gracias,
y mil gracias
por ser tú conmigo,
y por dejarme ser yo,
también conmigo.
Gracias,
por escucharme
aunque no entenderme,
y apoyarme,
aunque no compartirme.
Gracias,
por intentar quererme
y tener la esperanza
de que yo pueda quererte a ti.
De verdad, mil gracias
por todas y cada una de las sonrisas
que esbozas
cuando me acurruco en tus hombros.
Que aunque parezca que no,
las veo todas.
Como las brisas que nos han despeinado,
a mi más que a ti, el pelo.
Y que nos han llevado,
no sé si volando,
a esos lugares tan hermosos
de los que tanto nos cuesta salir.
Gracias,
por cada disparo de realidad,
por cada herida de placer,
por cada verdad disfrazada de lanza.
Por cada momento,
que me ausentaba de mi infierno personal.
Perdona si te sientes aludido por estos versos rescatados de la basura,
no era mi intención ofenderte.
Solo quiero que tengas presente,
que ya
te debo mucho.
Y no me gusta deber,
los pufos, para otro.
Así que, por favor,
cóbratelos rápido.
Llévate de mi lo que quieras,
menos el corazón.
Ese se marchó hace ya tiempo...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)