No necesitamos abrazarnos mientras dormimos.
Al contrario, 
nos damos la espalda. 
Porque estamos seguros 
de que al despertar
seguiremos ahí.

Se nos olvidó guardar la llave

A veces,
pienso en ti. 


Pienso en nuestras sonrisas cómplices,

en nuestros besos eternos,
en nuestras caricias incompletas,
que no queríamos completar para que nunca terminasen.


A veces,

pienso en nosotros.


Pienso en las sonrisas que paseábamos a los ojos de la luna,

de la mano de los claveles 
que volaban en verano
y que imaginábamos en primavera,
que soñábamos en invierno,
y recordábamos en otoño.
Porque nos gustaba alargarlo todo.


Alargábamos los paseos por la playa,

descalzos,
sintiendo la arena.
Sintiendo nuestras manos rebeldes deslizándose por la ropa
(la del otro)
y nuestras miradas traviesas que correteaban en círculos 
por ver quien pillaba a quién.


Y sé que si algún día lees esto no sabrás que te escribo a ti.

No sabrás que pienso en ti.
No sabrás, 
que sólo tu me inspiras


Y nuestros besos quedarán en el olvido

y en mi memoria.
Y nuestras huellas se las llevará la marea,
borrando las señales de que un día nos quisimos.
Borrando cada tintineo de la magia que creabas
cuando tus manos bailaban con mis caderas,
mientras nuestros pies luchaban entre las sábanas
y el sol salía a través de la ventana, 
advirtiéndonos de que estábamos un día más cerca de abandonarnos.


Ya no te quiero, 

es cierto.
Pero nos quiero a nosotros.
Al recuerdo que un día plantaste en mi corazón.
A los besos que guardamos en aquel cajón con cerradura.
Aunque se nos olvidó
guardar
la llave.