A veces pienso en ti.
Pienso en la montaña rusa de tus manos en mis caderas
y en el escrutiño de mis ojos en tu boca.
Pienso en qué pasaría si me enamorase de ti.
En cómo amanecería con tu mano en mis costillas. 

La melodía de tu bajo en mi cabeza alta,
las caricias en mi piano y los resoplidos en fa menor que desembocaban en tu oreja.

Pienso en cómo sería la noche,
eterna,
entre tus versos.
Tus gemidos una octava por encima de los míos,
y tu respiración acompasada con la pasión de mis dedos
leyendo el braile de tu espalda.

Y qué bonito que ya no te piense,
sino que te viva.