No sé qué esperas de mí.
Ni siquiera yo lo sé lo que espero de mi misma.
No sé a qué me refiero cuando te digo que no te entiendo.
Quizás porque a quien no entiendo,
es a mi.
No sé que esperar cuando tu mano acaricia mi mejilla.
Ni tampoco o cuando tu palma aterriza en mi culo.
Solo sé que en ambos momentos el corazón comienza a acelerar.
Y lo hace,
tanto,
que se para de seco
y se vuelve piedra.
Y trata de odiarte,
y evita mantener contacto directo con el alma que se refleja en tus ojos.
Y cuándo me preguntas que si te quiero,
se esconde bajo todas las capas de epidermis que encuentra.
Rehuye responderte perdiéndose en mares de los que quizás no pueda salir.
Y en ese instante nada está claro y mi racionalidad abandona este mundo.
Y ahí es cuando me besas, sin importarte lo que puedas romper en mi interior.
Porque realmente, no somos tan diferentes. Tú no quieres quererme, y yo no quiero que me quieras; porque solo así tendré una escusa para no hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario