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Y como una tonta, te permití odiarme y dejar que te reconfortaras en tu mundo lleno de Paredes. Deje que los días pasarán y sin darme cuenta ya te había perdido. Te he llorado cada día todos estos meses marcados por tu ausencia. Pero lo peor de todo ha sido el hecho de pensar qué te había olvidado, que podía vivir sin ti, y que cualquier otro hombre podría hacer que me sintiera como tú lo hacías. Que cualquiera podría imitar la manera en la que me tocabas, la forma en la que tus manos, angustiadas, rozaban mi epidermis en busca de algo que jamás encontrarían. Una búsqueda infinita que terminaba en mi corazón

Y ahora que has vuelto, cuando pensé que era inmune a tus encantos, que ya no te necesitaba, que no te quería; cuando casi han pasado más noches que días y esa pequeña máquina bombeadora que se aloja en mi pecho izquierdo a aprendido a latir otra vez sin ti, tú vuelves con tus dos cojones y haces que se me caigan las bragas como el primer día. Haces que se me caiga el corazón, y las lágrimas. Y desmontar toda esa historia que mi cabeza había creado para protegerse del dolor. Pero es que lo peor de todo es que no puedo evitar quererte. No puedo evitar que seas tú. No puedo evitar soñar con todas las noches que nos peleamos con las sábanas, arañamos colchones, y nos dimos la mano para perdernos en el amor. Y lo que nos gustaba sonreirnos desde la otra punta de la habitación...

Por eso, ahora, tengo el corazón tan encogido que no sé si es capaz hacer circular mi sangre.  
Porque solo de pensar qué te quiero como el primer día, que estoy enamorada como el primer día, me rompe y me mata mil veces en cada segundo. Y sólo con tus besos, tus caricias, tus mordiscos, tus miradas, y tus sonrisas, soy capaz de arreglarme.

Porque esa herida que vivía en mi pecho, abierta y en carne viva, llena de sal y de alcohol, ya no está. Y no es como si se hubiera curado. Es como si, directamente, nunca hubiera estado.

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