Y como un soplo de aire fresco cuando más lo necesitaba,
en ese momento en el que nadie
me abrazaba,
y tú venías a mi espalda a dibujarme corazones.
Que quizás ni tú mates por mi,
ni yo lo haga por ti.
Pero mientras nos matemos
(a besos)
el uno al otro,
es suficiente.
Siempre me viene a la mente
la sinceridad de tus ojos,
tus besos,
y los antojos
que tengo de ellos.
Gracias,
y mil gracias
por ser tú conmigo,
y por dejarme ser yo,
también conmigo.
Gracias,
por escucharme
aunque no entenderme,
y apoyarme,
aunque no compartirme.
Gracias,
por intentar quererme
y tener la esperanza
de que yo pueda quererte a ti.
De verdad, mil gracias
por todas y cada una de las sonrisas
que esbozas
cuando me acurruco en tus hombros.
Que aunque parezca que no,
las veo todas.
Como las brisas que nos han despeinado,
a mi más que a ti, el pelo.
Y que nos han llevado,
no sé si volando,
a esos lugares tan hermosos
de los que tanto nos cuesta salir.
Gracias,
por cada disparo de realidad,
por cada herida de placer,
por cada verdad disfrazada de lanza.
Por cada momento,
que me ausentaba de mi infierno personal.
Perdona si te sientes aludido por estos versos rescatados de la basura,
no era mi intención ofenderte.
Solo quiero que tengas presente,
que ya
te debo mucho.
Y no me gusta deber,
los pufos, para otro.
Así que, por favor,
cóbratelos rápido.
Llévate de mi lo que quieras,
menos el corazón.
Ese se marchó hace ya tiempo...
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