Otra vez.

Entraste por la puerta grande.
(Otra vez)
Y el corazón se me cayó a tus pies.
Y sonó la música de ese gramófono que está en la esquina de la habitación,
y bailaste sobre mis ventrículos.
Y yo me rompí.
(Otra vez)
Pero tú seguías con tu vals de doble paso,
pisando
los restos de lo que algún día fue amor
y será ceniza.
O es.
Seguías tarareando la que proclamaste nuestra canción,
aún sabiendo
que ya no había nada en mi pecho que pudiera palpitar,
aún sabiendo
que nunca más
podríamos 
volver
a existir
(otra vez).