La no princesa del no cuento.

Lo mío nunca han sido los cuentos,
ni ser princesa.
Lo mío han sido las manzanas rojas,
y romper zapatos de tanto bailar,
y correr(me) en otras camas.


Perder

solo perdía la cabeza en alguna noche loca, 
con intención de volverla cuerda
y ahorcarme con ella.


Y qué contar de la carrozas a media noche;

que ni carrozas,
ni a media noche.


Nunca he sido princesa, 

ni he soñado con serlo.
Yo no valgo para eso,
ni para nada.


Yo soñaba con darle la vuelta al mundo,

soñaba con surcar el mar en un velero,
con volar en globo por los Apeninos,
quedándome sin oxígeno entre besos anónimos,
entre flores
y noches de pasión 
en alguna habitación de hotel.


Yo nunca he soñado con enamorarme,

ni pasear de la mano con nadie.
Me gustan demasiado los zapatos
como para perderlos.


¿Cómo iba mi alma rota, 

y mi cabeza loca
a pararse a querer a alguien,
por segunda vez, 
más que a mi misma?


Que ya tuve el corazón hecho pedazos

y no supe arreglarlo.
Ahora está en casa, 
aprendiendo a latir solo.


Y así, 

mientras me perdía entre la gente,
entre las bocas,
entre copas
de algún bar
de algún callejón
sin salida,
ni nada
que valiera la pena.


Dejé de escribir letras,

porque ya no las sentía grabadas 
a fuego lento en mi nuca.
Dejé de pensar en cuentos,
que no quería
(o podía)
cumplir.


Y huí.



Huí tan lejos 

que tropecé en tu boca.
Y caí de bruces en la sonrisa más bonita del mundo.


Caí frente a tus pies con el alma rota,

el carmín corrido,
el corazón herido,
y una mentira tras otra.


Y tú me mirabas 

y el miedo se iba.
Y cuando volvía,
tú lo echabas.


Ya no quiero la cabeza en bares.

Ahora pierdo el culo por ti.
La cabeza por ti.
El corazón por ti.
La vida,
por la boca
(la tuya).


Por un nosotros escrito en alguna página de esto

que no es un cuento.


A día de hoy,

mi razón
me dice que ninguna vuelta al mundo
se compara con dar la vuelta a tus lunares.
Ni ninguna copa 
se compara al beber de tu boca
toda esa palabrería
con la que consigues enamorarme


Y fíjate que no es fácil arreglar un corazón roto.

Ni confiar en que confíe.
Pero siempre te han gustado los imposibles


Y aunque esto no sea un cuento,

es nuestra historia.


La historia con más risas que pueda ser contada,

con más caricias de las que pueden ser dadas.
Con más amor del que nunca ha sentido nadie.


Y durará todo lo que queramos que dure la tinta del bolígrafo,

o la pasión de nuestros besos,
o la  comprensión de nuestras miradas.


Durará hasta que se nos caigan los brazos de abrazarnos.

Hasta que la luna se atreva a mirar al sol.
Hasta que mi corazón vuelva a estar roto
y el tuyo
no dispuesto a arreglarlo.


Pero de momento,

te amo.
Y así sera hasta que me permitas hacerlo.