Adiós 14.

Aunque parezca mentira, otro año se acaba. 
Como todo acaba en la vida.
Se acaban los besos, los abrazos.
Se rompen, 
los lazos, las amistades, 
las personas.

Dedico una letra por cada persona que se ha alejado de mi vida, y no estoy muy segura de si me sobraría abecedario.
Lo que está claro es que unas letras punzan más que otras.

Pero también hay muchas personas que han aterrizado en la senda pedregosa por la que me muevo, tan ruidosamente que el polvo ha ascendido varios metros, ahogándome con mis propias experiencias precipitadas. 
Gracias por demostrarse que merece la pena seguir,
sonreír.

Y quienes me han cogido la mano que ya acariciaban levemente hace no hacia tanto, y han estado ahí como roca frente a tempestad.

Gracias a los mejores, por hacerme mejorar y a los peores, por concienciarme de lo que no quiero ser.


Adiós y hasta pronto.
Mátame
pero a besos.

Aráñame
uniendo fieramente con rectas mis lunares.

Muérdeme,
para chuparme el dolor.

Bésame,
el corazón.

Acaríciame,
si te atreves, el ansia.

Házme cosquillas,
si la encuentras, en la razón.

Sígueme,
por caminos desconocidos,
inexplorados.

Juzgame,
si puedes, sin amor.

Piérdete,
solamente con locura, entre mis curvas.

Haz,
de mis piernas tu mansión.

Desea,
rozar mis labios.

Mírame,
como si solo hubiera hoy.

Recórreme,
con la tangente de tus manos.

Pero pase lo que pase,
nunca me jures amor.

Diez quinces.

Hoy quiero hacer un brindis por todas esa personas que llegan a nuestras vidas por accidente y que, sin quererlo y por desgracia para ellos, se convierten en el accidente más espectacular del mundo. Como si el choque entre dos coches diera lugar a la explosión de cientos de fuegos artificiales; luces de colores que se coronan en lo más alto del cielo, retumbando sobre nuestras cabezas.

Si, hoy quiero hacer un brindis por todo esos abrazos entregados envueltos en hermosos papeles, y los siete consecuentes besos en un cuello cubierto por mechones que han sufrido más que muchos corazones y que han recogido más lágrimas que cualquier pañuelo de seda. Pañuelos que envidian lo suave que pueden ser las caricias que provocan tus palabras, de dulzura inmedible.

Efectivamente, quiero brindar. Por cada sonrisa sincera (que son todas) que has conseguido arrancar de un rostro triste y desgastado por la erosión de los ríos que nacen en mis pupilas. Por esas miradas fundidas en miel que me han derretido el corazón. Por cada paseo por aquellos lugares que hemos conquistado, y por esas peleas tontas que solo han conseguido apretar aún más si cabe las esposas que nos unen. 

Brindo por todas esas personas que han intentado separarnos. Y alzo mi copa aún más alto por aquellas otras que lo seguirán intentando, con la única repercusión de apretar ese lazo invisible que nos tiene atados por las muñecas. 

Brindemos por mi, por ti, y por ese extraño nosotros, que gracias a un perfecto accidente, una mera casualidad, has conseguido que la fuente de mi felicidad esté más viva que nunca.

Y bebamos del trago, porque esta tan solo es la primera copa.

Loreto Sesma.

Sastre de sonrisas.
-Rayden.





Ambos sabemos que el movimiento del viento es la danza de la ciudad,
y tú pensabas que vanidad lo que escondía entre los pliegues de mi falda,
Me decías:

"Deja de buscar poetas que le escriban a tus piernas con el alba,
niña, no les pidas más versos,
si no quieres besos
que te calen el alma,
no me lleves esa flor dentro
si no quieres que el viento
te levante la falda".
Y cuando llegaba hecha polvo me decías: 
"te pienso arrancar la ropa".
Y tiró tanto que se llevó también el corazón,
con razón éramos amantes de las ruinas,
que cuando estábamos en un pozo sin fondo,
en lugar de morder el polvo,
nos lo echábamos.

Ahora paso por esa plaza en la que está escrito:
"Porque sueño no estoy loco"
Y yo pienso en lo poco
Que sueñas tú conmigo.
Ya he dado la vuelta a tu cuerpo en ochenta días,
Y ahora me da por pensar cuando decías
Que lo único que dura siempre son los recuerdos.
Qué triste es todo desde que no estás.
Desde que me echas de tu vida
Y me miras como la culpable de este desastre,
Desde que no soy tu sastre de sonrisas.
Desde que no veo la tuya,
Me he dado cuenta de que
Las sonrisas
Son
Risas
Que se pronuncian en silencio.
Joder, lo siento.
No era mi intención atraparte en un verso,
En convertirte en mi universo,
En desear darte un beso cada mañana,
En querer verte dormir aquí.
Siento desear tan fuerte que arda todo el asfalto que hay entre tú y yo.
"Cómo odio pelearme con la razón",
-me dice el corazón todas las noches-
"Ojalá entendiera que esto es un caso de amor o muerte",
-me repite-.
Cómo le explico ahora yo a él,
que a partir de ahora su función no es más que bombear sangre,
que tú ya no estás,
que ya no tiene que quererte.

Tendría que haber tratado de olvidarte,
tendría que haberte dicho
que ya no quería que me sacaras a bailar,
que yo lo que quería era que me invitaras al baile de tus caderas en frenesí,
al sí quiero, romper todos los miedos que encarcelan mi vida.
Que si me daban a elegir,
Me quedaba con tu boca.
Ahora es cuando toca ser fuerte,
Mirarte de frente y decirte
Que a veces querer es dejar ir,
Es morir
Para que otro viva.


Y ahora dime si vas a buscar esta sonrisa en otras bocas,
si vas a besar su cuello como me besabas a mí,
si vas a tener miedo a perderla como yo tuve miedo de perderte a ti,
si me buscarás entre los pliegues de tus sábanas después de correrte con ella
con la esperanza de encontrarme ahí y poder arrancarme un abrazo.
Enamórate y quiere a quien venga,
pero
no
te
olvides
de
mí.

Escríbeme una carta de despedida,
dime que soy lo peor que ha pasado por tu vida,
que yo te seguiré diciendo:


Un placer haberte perdido, el dolor va a seguir siendo mío.


.




"Si no era amor, era vicio. Porque nunca ninguna boca me había hecho regresar tantas veces por un beso."

⭐🔙

Y como una tonta, te permití odiarme y dejar que te reconfortaras en tu mundo lleno de Paredes. Deje que los días pasarán y sin darme cuenta ya te había perdido. Te he llorado cada día todos estos meses marcados por tu ausencia. Pero lo peor de todo ha sido el hecho de pensar qué te había olvidado, que podía vivir sin ti, y que cualquier otro hombre podría hacer que me sintiera como tú lo hacías. Que cualquiera podría imitar la manera en la que me tocabas, la forma en la que tus manos, angustiadas, rozaban mi epidermis en busca de algo que jamás encontrarían. Una búsqueda infinita que terminaba en mi corazón

Y ahora que has vuelto, cuando pensé que era inmune a tus encantos, que ya no te necesitaba, que no te quería; cuando casi han pasado más noches que días y esa pequeña máquina bombeadora que se aloja en mi pecho izquierdo a aprendido a latir otra vez sin ti, tú vuelves con tus dos cojones y haces que se me caigan las bragas como el primer día. Haces que se me caiga el corazón, y las lágrimas. Y desmontar toda esa historia que mi cabeza había creado para protegerse del dolor. Pero es que lo peor de todo es que no puedo evitar quererte. No puedo evitar que seas tú. No puedo evitar soñar con todas las noches que nos peleamos con las sábanas, arañamos colchones, y nos dimos la mano para perdernos en el amor. Y lo que nos gustaba sonreirnos desde la otra punta de la habitación...

Por eso, ahora, tengo el corazón tan encogido que no sé si es capaz hacer circular mi sangre.  
Porque solo de pensar qué te quiero como el primer día, que estoy enamorada como el primer día, me rompe y me mata mil veces en cada segundo. Y sólo con tus besos, tus caricias, tus mordiscos, tus miradas, y tus sonrisas, soy capaz de arreglarme.

Porque esa herida que vivía en mi pecho, abierta y en carne viva, llena de sal y de alcohol, ya no está. Y no es como si se hubiera curado. Es como si, directamente, nunca hubiera estado.

En verbo.

Hablemos para aclarar
Sigamos para confiar.
Sonriamos para ser felices, juntos.
Queramonos, como antes, como siempre, sobre todo y sobre todos. Olvidemos y volvamos a empezar. Paso a paso
Beso a beso.
Que seas ,

en mis siete vidas.


Me duele el pecho.
Me falta el aire.
Noto el bombeo de la sangre.
Estás ahí.
¿Eres real?
Quédate, por favor. 
Dejame llorar en tu pecho,
con tu mano sobre mi mano.
Después,
si quieres,
vete.

Mas que todo.

Basta por favor, de mascaras de dureza, y de fondos rotos. Hasta que no me devuelvas el corazón no voy a poder vivir. Estoy cansada de sonreír por las mañanas sabiendo, que mi sonrisa se fue contigo. Que lo tengo todo y me siento vacía. Estoy con gente, y aun así me siento sola. Estoy harta de esconder el dolor y las lágrimas. Y sé que estas leyendo esto, al igual que yo te leo a ti. Y creo que tengo derecho, después de lo mal que lo hemos hecho y del daño que aún hoy nos seguimos causando, a pedirte algo. O me quieres en todo, o desaparece para siempre, por favor. Porque cada día que se que sigues ahí y no estas aquí curandome las heridas que yo misma me provoque, me mata un poco más. Y de verdad, que mi corazón esta sobresaturado. Vive en una disolución de sal, y aunque parezca latir, escuece como el alcohol en una herida de bala. Sigo teniendo la esperanza de que me recuerdes y sonrías. De que te despiertes y recuerdes esos días en los que despertamos juntos, después de noches de sueños, de luchar contra las sabanas, de miradas que derrochaban amor verdadero. Quiero que te acuerdes de mi olor, y que eches de menos mis besos, como hago yo. Y nuestros abrazos, y nuestras sonrisas, nuestros momentos. Nuestra vida y el futuro que planeamos, que podemos aún resucitar. Siento que ya no se que hacer ni que decir, para que sepas que no te he olvidado, y no porque no quiera. Has sido como ese frío que cala los huesos, que moja por dentro. Y sé que cuando cae una lágrima, es por algo hermoso que me pasó y que posiblemente, nunca vuelva a rozarme los labios, o a entrelazar mi dedo meñique con el suyo. Porque eso de tirarse eruptos y pedos, contigo dejaba de ser repulsivos. Hablar de caca era genial, y comerse un moco podía considerarse sexy. Y cuando lloraba mientras coseguiamos ser uno, o cuando la canción de Los Científicos sonaba de fondo mientras nos dejábamos llevar... Era feliz. Y pase lo que pase, no lo voy a olvidar. Pero por favor, deja que las agujas que se alojan en mi pecho vivan ahí, sin apretarse. No las muevas a tu antojo para alimentar mi dolor, que ya es bastante difícil respirar. Porque en el fondo, por mucho odio que haya, seguimos siendo esas personas que corrían como críos por una arena que no existe ya, y que se enamoraron en un verano cálido que hizo florecer lo mejor que el mundo ha podido ver nunca.
Gracias por todo, fulburrio.
Ella, era un desastre,
un desastre en eso de vivir,
y en todo lo de amar.
Era un desastre que lloraba cada vez que estaba sola,
Y un desastre roto, tan roto,
que no sabía como salir de los escombros de su vida en ruinas.
Era un desastre perdido,
tan perdido como un náufrago en mitad del mar,
Y un desastre loco, tan loco,
que el rimel corrido no le quedaba tan mal.
Es cierto que era un desastre,
pero era el desastre más bonito que jamás había visto.

Borja Martinez.

Me despertó el sonido sordo de las gotas de agua inmolándose contra la ventana de mi habitación. Era una mañana grisácea del mes de Noviembre y juraría que había sido la primera noche en semanas que había logrado dormir de manera consecutiva. Me revolví contra las sábanas con mis sentidos aún embotados y tratando de asimilar su retorno a la vigilia y me froté los ojos, secos, que parecían luchar con todas sus fuerzas contra la posibilidad de abrirse por completo a la gélida luz natural que inundaba la habitación. Tras vacilar durante un par de minutos, hice acopio de la escasa voluntad que pude reunir y fui al baño para dejar que fuera el agua caliente la que se encargara de devolverme a la realidad.

Cuando regresé a la habitación me planté frente a la ventana y, tras unos segundos de ceguera, contemplé el enmarañado paisaje urbano que se extendía en todas las direcciones como una jungla de hormigón y hierro. Bajo un cielo plomizo sembrado de nubes que daban la sensación de venirse abajo como un alud en cualquier momento, millares de gotas centelleaban durante una fracción de segundo antes de desaparecer sobre la superficie de tantos tejados como desde allí alcanzaba la vista. Abajo, sobre las aceras cuya suciedad el agua daba la sensación de multiplicar copiosamente, tan sólo se adivinaba la presencia de un par de transeúntes caminando bajo los abombados octógonos que conformaban sus paraguas, intentando protegerse del insistente chaparrón y, quizás, de aquellas nubes que amenazaban con derrumbarse sobre ellos como un saco de ropa mojada.

Pensé en cómo la lluvia me había fascinado desde que, siendo apenas un niño, caminaba por la calle mientras observaba atónito cómo ésta había alterado por completo el entorno con esa capacidad inusitada para aparecer repentinamente y adornar, transformar o incluso destrozar las cosas para después evaporarse y desparecer como si nunca hubiera estado allí. Desde entonces, montones de veces en mi vida deseé ser lluvia. Deseé aparecer de la nada, acompañado por las atronadoras fanfarrias de un sinfín de oscuras nubes, y abalanzarme sobre la ciudad hasta cubrirla por completo. Filtrarme de manera incontrolable por cada uno de sus resquicios y penetrar en cada grieta del ánimo de sus habitantes. Hacerla mía de manera incontestable, ajeno a toda responsabilidad, y después dejar que el sol me llevara hacia arriba en un cálido ascenso rumbo a mi próxima caída.

Miré hacía una de las tantas ventanas que desde mi posición resplandecían reflejando aquel crepúsculo de luz y me pregunté cuántas personas se encontrarían en ese momento contemplando desde el otro lado del cristal la caída de aquel océano fragmentado. Me pregunté cuántos de ellos habrían deseado alguna vez ser lluvia. Cuántos de ellos apreciarían la belleza y el misticismo con que la lluvia adornaba esos rincones de la ciudad en los que, generalmente, la mayoría de las personas jamás reparaban en mirar. Al margen del hecho de que por entonces vivía en uno de los puntos más altos de la ciudad, consideré  igualmente  que probablemente fueran muy pocas, o puede que incluso ninguna. Volví a la cama, a aquella cama de mil batallas, y me tumbé entre las revueltas sábanas, cuyo ligero tufo a sudor quedó inmediatamente anulado por la afrutada y fresca fragancia que el gel de baño y el vapor del agua caliente habían adherido a cada uno de mis poros. Miré el reloj. Apenas eran las diez de la mañana y repentinamente,  la perspectiva de que aquel sería otro interminable día de tedio y frustración empezó a tomar forma en mi mente.  


Desde que, hacía dos meses, decidí una mañana cualquiera levantarme de la silla frente a aquel escritorio sobre el que sólo podía sentir que había desperdiciado los últimos siete años de mi vida y abandoné mi puesto de trabajo sin intención de volver jamás, apenas había salido de casa más allá de para obtener los recursos básicos que una persona necesita para subsistir en su día a día.

En ese relativamente corto lapso de tiempo, no quedé con nadie, ni hablé con nadie. Durante aquellos dos meses experimenté la soledad en su estado más puro y difícilmente puedo decir si durante ese tiempo existí para alguien, o si realmente existí fuera de los límites de mi propio pensamiento. Mi cuerpo ejerció como un simple envoltorio, en apariencia vacío, que parecía funcionar de manera automática, adiestrado para realizar las labores diarias que necesitaba para sobrevivir. Mientras tanto, mi mente permanecía atrapada en una densa niebla. Una niebla tan espesa que no permitía vislumbrar futuro alguno más allá de un desalentador blanco que evocaba el más triste de los vacíos y tan densa, que el simple hecho de querer enlazar ideas y conceptos se antojaba una labor titánica. Pero, aquel día, algo cambió.


Gracias Borja, por dejarme publicar este hermoso fragmento en este blog. Y para finalizar tan maravillosa experiencia, un comentario:

 "La soledad es algo subjetivo. Nadie esta solo nunca si no lo autoelige. Siempre habra alguien dispuesto a estar contigo, a tu lazo, en los peores momentos, amándote. Aunque te haya odiado. Y como ultimo recurso, tu mismo estarás."

💫

Dicen que soñar es gratis, pero personalmente, yo no me lo creo. La vida siempre te cobra los favores, tarde o temprano. 

Soñé un futuro perfecto, inmutable, inminente. Y si, la hostia fue tremenda. Al principio se sonríe por aparentar. Y no niego que hoy en día sea de alguna otra forma. Pero a ser feliz se aprende sonriendo. O al menos ese es el cuento que quieren hacernos creer. 

Mil cosas que decir aún me quedan respecto a esa historia. Mil cosas que recordar, como la última mirada, el último beso, el último te quiero, y sobretodo, la última lágrima. Porque hay que sonreír y pagarle lo mínimo posible a este camino loco y pedroso que llaman vida. Hay que levantar la cabeza orgulloso, andar con caminares nobles, y no sentir ni una pizca de dolor. Porque son recuerdos. Recuerdos hermosos que seguramente, nunca volverán a recrearse salvo en tu mente. Sonríe, pero de verdad, por sentir un sentimiento tan humano como el amor, y por intentar refrenar lo más sincero existente, el odio. 

Porque no se puede odiar a quien no se ha amado. Y no se puede soñar con algo que en un momento, por mínimo que fuera, no fuera posible.

Rectifico.

Siempre escribo pero nunca borro. 
Siempre siento y no reivindico. 
Pero tengo un matiz que matizar, 
una palabra que nombrar
unas letras que juntar.


El amor se pudre porque las personas cambian. 

Los recuerdos son imborrables, 
pero las esperanzas son atrofiables. 
Y sinceramente, de ti ya no espero nada. 

Fue, 
pero nunca más será. 
Te quise, 
te ame,
 morí. 
Pero nunca más ocurrirá.

aL cuadrado.

El amor solo es amor si perdura, si duele, si cambia, si mata. El amor de verdad es eterno, y los enamorados, por lo tanto, también lo son. Pero el amor se oxida, como el metal expuesto al temporal de un pueblo costero. Aunque en el fondo, sigue siendo amor. Y ni un millón de siglos podrán cambiar eso.

Come, bebe y quiere(me).

Lo siento si en ocasiones me ablando, me fallan las piernas, o no puedo hablar por ese puto nudo de garganta que la vida y los recuerdos me provocan. Lo siento si en ocasiones parezco humana. Siento no ser una roca fuerte, sin ningún punto ciego. Perdón por equivocarme y por intentar aparentar dureza. 

¿Pero sabes qué? Es cómo soy. No soy perfecta, ni mucho menos. Y tampoco creas que lo intento demasiado. Pero el tiempo pasa, y la gente cala. Hondo. Muy hondo. Tanto que duele pensar casi más que sentir. Pero es un dolor bonito. Como el picor de unas bravas si se tiene una buena cerveza al lado. Y no se cómo te sentará que te diga, que me es completamente indiferente tu opinión, pero mira, allí, entre la gente. Es un camarero. El que dices que tiene cara de chulo, por ejemplo. Y trae patatas y cerveza. Indefinidas. Hasta que nos cansemos, o hasta que queramos dejarnos de querer. Ya decidiremos cuando llega ese momento. 

Por ahora come, bebe, y quiere(me).
Y se hizo una noche tan oscura que incluso era reina de las tierras de nadie. Rodeada de una bruma peculiar y tenebrosa que te rodeaba con sus largas lenguas de fuego helado. Te abrazaba y te absorbía, aislandote de la luz, acercandote a la nada. Sin oposición, sin fuerzas. Sin impedimentos. Dejarse llevar como si de una hoja seca de otoño, proveniente de un alto árbol que gobernaba el bosque más lúgubre

Y con mil adornos todo se torno bello. Bello hasta tal punto de morir en plena vida, en pleno auge de felicidad. De nuevo. Como si lo imposible nunca lo hubiera sido. Hubo dolor, por supuesto. Y de una manera u otra, lo sigue habiendo. Pero es una espinita que solo se clava cuando se hacen movimientos bruscos. Y por ahora,  al volar no se nota. Solo en la soledad del aterrizaje, al caer con los tobillos hechos polvo y las rodillas saturadas, notas ese pinchazo leve que te produce la estaca. Y hasta ahora era sobrellevable, aunque no he dicho soportable. Aunque quizás me gustaba soportarlo. Era lo único que me quedaba para recordarlo. Para recordarle. Pero en ese punto de inflexión en el que la luz y la oscuridad luchan en un fuero interno que parece muerto y no se sabe bien quien o qué gana, todo cambio. De repente. De un momento a otro. Con tan solo un par de palabras adecuadas, unas miradas cómplices, y un abrazo eterno que me hizo comprender que no hay nada bueno ni nada malo tampoco. Solo hay experiencias de las que se aprende, caminos que no se deben de volver a pisar, y lunas que no está mal compartir de vez en cuando. Me he dado cuenta de que solo se olvida si se quiere olvidar, y de que solo se quiere si se está dispuesto a querer. 
Hoy me he puesto melancólica, y como siempre, acabo aquí. Juntando palabras que en el fondo no significan nada y que a la vez lo significan todo. Como tus besos, tan llenos que estaban vacíos. No hay que alarmarse, ya estoy acostumbrada a regocijarme en labios desgastados. Ya ves, todo sigue exactamente igual que aquel jueves por la noche en el que me rompiste. Diría que me partiste el corazón, pero la verdad es que no hay una parte de mi que no rompieras. Hace poco me acordé de ti. Hace un par de noches, quizás porque era una fecha especial, o quizás porque hacía mucho que no recordaba tu olor. Pero el caso es que pensé en ti, en mi, en nosotros y en lo que fuimos. Porque lo fuimos todo. Y a lo mejor por eso, por haberlo sido todo, por habernos reído del cielo a nuestros pies, por haber besado de verdad y habernos pinchado felicidad, tal vez por eso ahora ni nos conocemos. Porque llegamos tan alto, que la caída nos hizo olvidar. Lo peor de todo es cuando recuerdo tus palabras acariciando mi nuca, y arañándome la piel. Palabras que se quedaron con el viento, y que jamás volverán a ser. Como aquel nosotros, que nunca más volverá a existir salvo en nuestros recuerdos, si aún es que queda alguno.

Ya sabes, siempre hay una chica.

Ya sabes, siempre hay una chica
La típica chica loca que está tan loca que ya no es típica. 
La tía sin tornillos, 
con todas las pinzas idas que te hace sonreír como un idiota, 
quizás porque ella es idiota. 

Si joder, 
la desastre
la torpe, 
la sincera, 
la de verdad. 
La que siempre va de frente aunque no inspire confianza
La que canta, 
grita, 
ríe, 
salta 
y te ayuda cuando está muerta 
y quemada por dentro. 

La chica fuerte, 
a la que pocos han visto llorar, 
pero llora
Llora mucho,
y llora sola


Esa chica que tiene las conversaciones más profundas con la almohada y que cuentan sus leyendas que un día perdió la sonrisa. 
La de los ojos grandes que cuando te mira te marea. 
Esa chica que te roza 
y te lleva al cielo


Ya sabes, siempre hay una chica.
Un soplo de aire fresco cuando pasas. 
Las perlas de tu boca lucen bajo el día soleado, 
pero brillan aún más si son vistas por el agua de mis ojos, 
que te sonroja. 

Sonrío
porque frente a tu inmensa presencia 
no puedo hacer otra cosa. Me acerco y cojo tus manos. 
Como rosas espinadas, 
con olor hermoso y dolor profundo. 
Te siento tan cerca que duele
tan lejos que muero. 
Tu cintura es una montaña rusa extrema, 
no me importaría matarme en esas curvas. 
Aunque contigo no puedo estar muerto
porque sin ti no vivo.

Qué fría.

Hasta el día en que dejaste de decirme "te quiero" al despedirte. 
Ese día se acabó
y lo sabía. 
Pero aceptarlo era duro y me mentía. 
Discutía conmigo mismo para no aceptar esa realidad tan dura. 
Tan puta como las de las esquinas, 
o más. 
Tan real que se me iba la vida
te me ibas tú. 
Que fría.

Cartas a una huésped.


Con hermosas y llamativas luces me atrevo a comparar a aquellas que el corazón de un artista por desgracia o suerte ocupan. Sin lugar a duda, ninguna sensación pesa tanto en el pecho de estos como la amarga y ácida verdad de saber que jamás para ellas existiremos. Si que es verdad que nos apreciarán con mucha admiración. También lo es que tendrán nuestra amistad como joya, ya que nada salvo amor ofrecer podemos.

De personalidad tan natural es el artista, que pocas veces le tomarán en serio; Se reirán, le admirarán, pero en pocas ocasiones verán sus sentimientos como ciertos. Solamente al filo del horror y de la locura creerán en tan espesa y obsesiva emoción, solamente creerán semejantes palabras de amor el día que la rabia consuma nuestras mágicas cualidades hasta el punto de corromperlas de la forma mas oscura, de la forma mas cruel.

Con hermosas y llamativas luces me atrevo a comparar a aquellas bellas bailarinas de aspecto sencillo y de purificadora alma que el corazón de un artista se atreven a visitar. Estas disuelven cualquier herida con tan solo reír, hacen mas real nuestro mundo, dan vida de nuevo a todas las rosas que en nuestro jardín poco a poco perecen.

De personalidad tan extraña es el artista, que pocas veces le tomarán por cuerdo; Se reirán, le apreciarán, pero en pocas ocasiones percibirán sus sentimientos como reales. Solamente lo verán como cierto en el momento que el desgarro venza el pulso a la razón, el día que nuestro mundo, de amor se pudra. El día que nos acuchillemos el pecho y os entreguemos nuestro corazón de forma literal.

" Bella criatura que en mi corazón vive,
soy una vela que se apaga;
tu una hermosa y llamativa estrella,
en mis relatos mi doncella.

Eres mi calor y a la vez eres mi frío,
eres mi tempestad, eres mi calma,
en la que pongo mi corazón,
a la que regalo el alma. "

Alejandro Revuelta.



Felicidades.

Yo sé quien eres y tú sabes quien soy. Has estado ahí cuando los demás han huido. Poquito a poco has llegado a la cima de mi corazón, has acampado y no parece que tengas ganas de irte. Yo tampoco quiero que te vayas. Simplemente siéntate, ponte cómodo, y disfruta del espectáculo de la misma manera que yo disfruté conociendote. 

    Sueño con la primera cereza del verano. Se la doy y ella se la lleva a la boca, me mira con ojos cálidos, de pecado, mientras hace suya la carne. De repente, me besa y me la devuelve con la boca. Y yo que voy tocado para siempre, el hueso de la cereza todo el día rodando en el teclado de los dientes como una nota musical silvestre. Por la noche: «Tengo algo para ti, amor». Dejo en su boca el hueso de la primera cereza. Pero en realidad ella no me quiere ver ni hablar. Besa y consuela a mi madre, y luego se va hacia fuera. Miradla, ¡me gusta tanto cómo se mueve! Parece que siempre lleva los patines en los pies. El sueño de ayer, el que hacía sonreír cuando la sirena de la ambulancia se abría camino hacia ninguna parte, era que ella patinaba entre plantas y porcelanas, en un salón acristalado, y venía a parar a mis brazos.

    Por la mañana, a primera hora, había ido a verla al Híper. Su trabajo era surtir de cambio a las cajeras y llevar recados por las secciones. Para encontrarla, sólo tenía que esperar junto a la Caja Central. Y allí llegó ella, patinando con gracia por el pasillo encerado. Dio media vuelta para frenar, y la larga melena morena ondeó al compás de la falda plisada roja del uniforme. «¿Qué haces por aquí tan temprano, Tino>>? 
«Nada.» Me hice el despistado. «Vengo por comida para la Perla.» Ella siempre le hacía carantoñas a la perra. Excuso decir que yo lo tenía todo muy estudiado. El paseo nocturno de Perla estaba rigurosamente sometido al horario de llegada de Lola. Eran los minutos más preciosos del día, allí, en el portal del bloque Tulipanes, barrio de las flores, los dos haciéndole carantoñas a Perla. a veces, fallaba, no aparecía a las 9.30 y yo prolongaba y prolongaba el paseo de la perra hasta que Lola surgiese en la noche, taconeando, corazón taconeando. En esas ocasiones me ponía muy nervioso y ella me parecía una señora, ¿de dónde vendría?, y yo un mocoso. 

    Me cabreaba mucho conmigo mismo. En el espejo del ascensor veía el retrato de un tipo sin futuro, sin trabajo, sin coche, apalancado en el sofá tragando toda la mierda embutida de la tele, rebañando monedas por los cajones para comprar tabaco. En ese momento tenía la sensación de que era la Perla la que sostenía la correa para sacarme a pasear. Y si mamá preguntaba que por qué había tardado tanto con la perra, le decía cuatro burradas bien dichas. Para que aprendiese. así que había ido al Híper para verla y coger fuerzas. «La comida para perros está al lado de los pañales para bebés.» Se marchó sobre los patines, meciendo rítmicamente la melena y la falda. Pensé en el vuelo de esas aves emigrantes, garza o grulla, que se ven en los documentales de después de comer. algún día, seguro, volvería para posarse en mí.

    Todo estaba controlado. Dombo me esperaba en el aparcamiento del Híper con el buga afanado esa5 noche. Me enseñó el arma. La pesé en la mano. Era una pistola de aire comprimido, pero la pinta era impresionante. Metía respeto. Iba a parecer Robocop o algo así. al principio habíamos dudado entre la pipa de imitación o recortar la escopeta de caza que había sido de su padre. «La recortada acojona más», había dicho Dombo. Yo había reflexionado mucho sobre el asunto. «Mira, Dombo, tiene que ser todo muy tranquilo, muy limpio. Con la escopeta vamos a parecer unos colgados, yonquis o algo así. Y la gente se pone muy nerviosa, y cuando la gente está nerviosa hace cosas raras. Todo el mundo prefiere profesionales. El lema es que cada uno haga su trabajo. Sin montar cristo, sin chapuzas. Como profesionales. así que nada de recortada. La pistola da mejor presencia.»  a Dombo tampoco le convencía mucho lo de ir a cara descubierta. Se lo expliqué. «Tienen que tomarnos en serio, Dombo. Los profesionales no hacen el ridículo con medias en la cabeza.» Era enternecedora la confianza que el grandullón de Dombo tuvo siempre en mí. Cuando yo hablaba, le brillaban los ojos. Si yo hubiese tenido en mí la confianza que Dombo me tenía, el mundo se habría puesto a mis pies.

    Dejamos el coche en el mercado de agra de orzán y cogimos las bolsas de deportes. al mediodía, y tal como habíamos calculado, la calle Barcelona, peatonal y comercial, estaba atestada de gente. Todo iba a ser muy sencillo. La puerta de la sucursal bancaria se abrió para una vieja e inmediatamente detrás entramos nosotros. Lo tenía todo muy ensayado. «Por favor, señores, no se alarmen. Esto es un atraco.» Hice un gesto tranquilo con la pistola y toda la clientela se agrupó, en orden y silencio, en la esquina indicada. Un tipo voluntarioso insistía en darme su cartera, pero le dije que la guardase, que nosotros no éramos unos cacos. «Usted, por favor, llene las bolsas», le pedí a un empleado con aspecto eficiente. Lo hizo en un santiamén y Dombo, contagiado por el clima civilizado en que todo transcurría, le dio las gracias. «ahora, para que no haya problemas, hagan el favor de no moverse en diez minutos. Han sido todos muy amables.» así que salimos como si aquello fuese una lavandería. «¡alto o disparo!» ante todo, mucha calma. Sigo andando como si no fuese conmigo. Uno, dos, tres pasos más y salir disparado. Demasiada gente. Dombodán no lo piensa. Se abre paso como un jugador de rugby. Y yo que estoy en otra película. «¡alto, cabrón, o disparo!» Saco la pistola de la bolsa abierta y me vuelvo con parsimonia, apuntando con la derecha. «¿Qué pasa? ¿algún problema?» El tipo que antes me había ofrecido la cartera. Plantado, con las piernas separadas y el revólver apuntándome firme, cogido con las dos manos. He aquí un profesional. Guarda jurado de paisano, seguro. «No hagas el tonto, chaval. Suelta ese juguete.» Yo que sonrío, que digo nanay. Y le tiro la bolsa a los morros, toda la pasta por el aire, cayendo a cámara lenta. «¡Come mierda, cabrón!» Y echo a correr, la gente que se aparta espantada, qué desgracia, la gente que se aparta y deja un corredor maldito en la calle, un agujero que se abre, un túnel por delante, un agujero en la espalda. Quema. Como una picadura de avispa.

    La sirena de la ambulancia. Sonrío. El enfermero que me mira perplejo porque estoy sonriendo. Lola patina entre rosanovas y azaleas, en un salón acristalado. Viene hacia mí. Me abraza. Es nuestra casa. Y me quiere dar esa sorpresa, sobre patines, meciendo la falda roja plisada al mismo tiempo que la melena, el beso de la cereza. Por la noche, a través del cristal de la puerta, puedo leer el rótulo luminoso de Pompas fúnebres: «Se ruega hablen en tono moderado para beneficio de todos»*. Dombo, el gigantón leal de Dombo, estuvo aquí. «Lo siento en el acompañamiento»*, le dijo compungido a mi madre. No me digan que no es gracioso. Parece de Cantinflas. Para llorar de risa. Y me miró con lágrimas en los ojos. «Dombo, tonto, vete, vete de aquí, compra con la pasta una casa con salón acristalado y un televisor Trinitrón de la hostia de pulgadas.» Y Dombo venga a llorar, con las manos en los bolsillos. Va a empaparlo todo. Lágrimas como uvas. Y está fa, la señora Josefa, la del piso de enfrente. Ella sí que supo siempre de qué iba la cosa. Su mirada era una eterna reprimenda. Pero le estoy agradecido. Nunca dijo nada. Ni para bien, ni para mal. Yo saludaba, «Buenos días, fa», y ella refunfuñaba en bajo. Sabe todo lo que se cuece en el mundo. Pero no decía nada. Le ayudaba a mamá, eso era todo. fumaba con ella un chéster por la noche, y bebían un lágrima de Porto, mientras yo manejaba el mando a distancia. Y ahora está así, sosteniendo a mamá. De vezen cuando, se vuelve hacia mí pero ya no me riñe con la mirada. Se persigna y reza. Una profesional. Ya falta poco. En el rótulo luminoso puedo ver el horario de entierros. a las 12.30 en feáns. Lola se despide de mamá y va hacia la puerta de la sala del velatorio. Esa forma de andar. Parece que vuela incluso con zapatos. Garza o algo así. 

   Pero ¿qué hace? De repente se vuelve, patina hacia aquí con la falda plisada y queda posada en el cristal. Me mira con asombro, como si reparase en mí por vez primera. «¿Impresionada, eh?» «Pero, Tino, ¿cómo fuiste capaz?» Tiene ojos cálidos, de pecado, y la boca entreabierta. 

   Sueño con la primera cereza del verano.


Y con esto, te deseo lo mejor, que un año más es mucho. El tiempo corre y el reloj no espera. 

Te quiero, Jakob.

TicTac

Ya no se si es el tiempo el que corre en mi contra 
o soy yo la que se ha equivocado de sentido. 
Pero no me importa demasiado. 

Ya no llueve, 
ni tampoco retumban los truenos. 
Y joder que hermoso era estar mojada, 
empapada hasta los huesos y oír el estruendo de los relámpagos en el cielo. 
Pero mira ahora, 
los prados llenos de margaritas 
y el sol riéndose de nosotros ahí arriba. 

Ya no estoy mojada, 
porque el calor de la mañana ha evaporado el agua. 
Ya ni me acordaba de lo que era estar seca. 
Y me gusta
Me encanta poder correr en el campo, 
mientras mis pies se hacen cosquillas con la hierba
en vez de saltar entre charcos. 
Porque por muy necesaria que haya sido la lluvia, 
yo ya he tenido suficiente.

Hasta luego.

Pase lo que pase, yo siempre seré tuya y tú siempre serás mio.
Porque de una manera u otra, siempre seremos eternos.

wowoowowowowow

Hola. ¿Qué tal? ¿Todo bien? ¿Todo correcto?
No disimules.
Todo va perfecto.
¿Y qué pasa si no?
No lo se, yo sigo recto.
Que las cosas se olvidan, 
los amores cambian,
no hay que mirar demasiado tiempo el caer de la lluvia.
Porque te quedas ciego, 
y ver es hermoso.

Para recordar hay que vivir
para vivir hay que olvidar.
Para olvidar hay que vivir. 
Para vivir hay que recordar.
Para todo hay que vivir, 
así que acércame eso de ahí.
Esa goma que todo lo borra,
porque voy a borrar lo poco que me queda de ti.

Fdo: la felicidad.




Esperar a que el corazón se pronuncie.

Intentamos nadar a contracorriente en un bote sin motor. No contamos ni si quiera con un remo. El único que teníamos se rompió hace tiempo. La corriente se vuelve cada vez  más fuerte, y próximamente llegaran los rapidos. Sólo nos queda un chaleco salvavidas y ninguno le quiere. Que orgullosos. Por eso perdimos el remo. La barca no aguantará mucho más, pero no queremos remar más. El cansancio ya hace estragos. Simplemente nos tumbamos y nos abrazamos, mirándonos fijamente a los ojos mientras oimos la madera crujir y despedazarse. Nuestra mirada de complicidad dice que ya no merece la pena intemtar remar. Nuestras manos se apretan fuerte, y agua dulce refresca las yagas de nuestras heridas caras. Hemos llegado muy lejos. Pero ya no hay remo, y la barca está vieja. ¿Qué más podemos hacer?

Podemos luchar y seguir hiriendonos, con la esperanza de llegar pronto al nacimiento del río y poder descansar en paz por fin. O parar y dejar que la barca se rompa y la corriente nos aleje. Nuestras miradas han hablado, pero tenemos que esperar a que el corazón se pronuncie.