No mereces la pena

¿Para qué hacer la cama si a la noche siguiente la vas a deshacer con alguna chica nueva? 

Esa cama, 
que ha sido testigo de cuantas veces me has engañado, 
y de cuantas veces yo te perdonaba. 

Esa cama, 
que ha recogido mis lágrimas y tus sonrisas, 
mis gritos ahogados y tus mentiras. 

Esa cama,
donde,
en cada pliegue de las sábanas 
podría encontrar un nombre nuevo, 
de alguna chica a la que hiciste feliz una noche. 

Esa cama,
en la que después de una lucha sinsentido
es hora de abandonar, 
de tirar la toalla. 

Pero no he perdido, 
porque me he dado cuenta 
de que no
mereces
la pena.

Porque amores que matan nunca mueren.

Yo escribo para que tú me leas.
Tú lees con la esperanza de que yo te escriba. 

Y así 
se pasa la vida,
Con el vaivén de indirectas y de personas que no saben si darse por aludidas
o por vencidas. 
Y seguramente tú, 
que ahora me  estarás leyendo, 
no sabes si darte por aludido con estos versos. 

Pues no seré yo quien te lo diga. 
Tendrás que averiguarlo.
He aquí una pista:

"Porque amores que matan, nunca mueren."

(Co)razones.

No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza, por eso de que sus caderas... Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa, y esas maneras. Y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da. Pero además la he visto seria, ser ella misma. Y de verdad que eso no se puede escribir en un poema. Por eso, eso que me cuentas de que mírala como bebe las cervezas y cómo se revuelve sobre las baldosas. Y qué fácil parece a veces enamorarse. Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y al a mierda con la autodestrucción. Y que eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor, es un cuento que me sé yo desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente y te diga, "venga hazte un peta y me lo cuentas". No sabes lo que es despertarte, que ella se retuerza y bostece, luego te abrace, y luego no sepas como deshacerte de todo el mundo. Así que supondrás que yo soy el primero que entiende el que pierdas la cabeza por sus piernas, y el sentido por sus palabras, y los huevos por el mínimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte son algo con lo que ya cuento. Quiero decirte que a mi de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que yo también la veo. Que cuando ella cruza por debajo del cielo, sólo el tonto mira al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido, y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría. Y me sé lo de sus rodillas, y al forma de rozar las cuerdas de la guitarra. Que yo también he memorizado su número de teléfono, pero también el número de sus escalones, y el número de veces que afina las cuerdas de su guitarra antes de ahorcarse por bulerías. Que no solo conozco su ultima pesadilla, sino también las mil anteriores. Y yo si que no tengo cojones a decirla que no a nada. Porque tengo mas deudas con su espalda que nadie tendrá jamás con la luna. Y mira que hay tontos enamorados en este mundo. Que sé la cara que pone cuando deja de ser completamente ella, rendida a ese puto milagro que supone que exista. Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos. Y la he visto formar un charco de arena, rompiendo todos los relojes que le puso el camino. Y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana. No me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo. Que lo de "mira si, un polvo es un polvo". Y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas. Y sólo los sueños pueden posarse sobre las seis letras de su nombre. Que te entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo. Sobre la misma. Que razones tenemos todos. Pero yo, muchas más que vosotros.
http://www.youtube.com/watch?v=i-LNCO8u3U8

Amanecer

Solíamos matar las horas queriéndonos. 
Ahora acostumbro a esconder la cabeza entre las sábanas, 
que tantas madrugadas nos escucharon amanecer 
colgados del teléfono. 

Aquellas noches hubiese firmado el fin del mundo
por enredarnos en caricias. 
Pero aprendimos el arte de arropar las ganas imposibles. 
Era la única manera de engañar al amor
(que me salía por los poros) 
con que algún día 
no habría
espacios libres en mi colchón. 


Y al final resultó que las veces que te soñé
respirando en mi almohada, 
son las mismas en las que tú 
me olvidaste. 
Hasta que un día me descubrí llorándole a un teléfono que ya no sonaba. 

Sé que entendiste antes que yo
que no sirve de nada quererse desde el otro lado del mar; 
porque no se pueden teñir de azul 
el dolor y el sinsentido 
de un amor a kilómetros. 
Y no te culpo por ello. 

Pero también sé 
que no hay mañana en la que no me pregunte 
cómo sería si te hubiese podido mirar a los ojos 
para pedirte que no te marcharas. 
Y cómo diablos pude sentir
sin morir
que te alejabas cada vez más 
y se multiplicaban los mares y las distancias 
que nos separan. 

Aún hoy puedo notar el nudo en mi estómago cuando nos recuerdo. 
Y puedo verte todavía en cada canción, 
en cada cielo y en cada playa. 
Y no he dejado de arruinar las madrugadas 
en las que ya no estás preguntándome una y otra vez cómo hubiese sido. 
Yo sólo quería la oportunidad de verme en tus ojos
entenderte en tus gestos,
en tus maneras. 
Lo único que necesitaba era desgastarnos 
para quitarme la sensación asfixiante 
de un amor que se ha ido sin ser usado. 

Y aquí estoy, 
colgando en el momento en que decidiste que no valía la pena seguir esperando 
a que por fin pudiésemos amanecer.

No cuadran las sumas, y las restas se dividen.

Porque 1+1 no siempre son 2.
Porque el blanco puede ser negro. 
Porque el negro es la mezcla de todos los colores. 
Porque lo más fácil no siempre es lo acertado.
Porque lo complicado a veces es más atractivo.
Porque lo atractivo no siempre tiene que ser bonito.
Porque un “no” a veces es un “sí”, 
y un “sí” a veces es un “no” escondido.
Porque no es oro todo lo que reluce ni plata todo lo que no brilla.
Porque comer a veces no te quita el hambre 
y dormir no significa que descanses.
Porque estar rodeado de gente no significa estar acompañado.
Porque se puede soñar despierto, 
no solo con los ojos cerrados.
Porque la gente cambia, 
y tú cambias con ello.
Que la inmensa mayoría no son lo que aparentan,
lo acabaras viendo.
Porque a veces los ojos dicen más que una boca articulada.
Porque a veces los silencios,
valen más que las palabras.

Miedo.

Tú dices que amas la lluvia, 
sin embargo usas un paraguas cuando llueve.
Tú dices que amas el sol, 
pero siempre buscas una sombra cuando el sol brilla.
Tú dices que amas el viento, 
pero cierras las ventanas cuando el viento sopla. 
Por eso es por lo que tengo miedo cuando dices que me amas...