Adiós 14.

Aunque parezca mentira, otro año se acaba. 
Como todo acaba en la vida.
Se acaban los besos, los abrazos.
Se rompen, 
los lazos, las amistades, 
las personas.

Dedico una letra por cada persona que se ha alejado de mi vida, y no estoy muy segura de si me sobraría abecedario.
Lo que está claro es que unas letras punzan más que otras.

Pero también hay muchas personas que han aterrizado en la senda pedregosa por la que me muevo, tan ruidosamente que el polvo ha ascendido varios metros, ahogándome con mis propias experiencias precipitadas. 
Gracias por demostrarse que merece la pena seguir,
sonreír.

Y quienes me han cogido la mano que ya acariciaban levemente hace no hacia tanto, y han estado ahí como roca frente a tempestad.

Gracias a los mejores, por hacerme mejorar y a los peores, por concienciarme de lo que no quiero ser.


Adiós y hasta pronto.
Mátame
pero a besos.

Aráñame
uniendo fieramente con rectas mis lunares.

Muérdeme,
para chuparme el dolor.

Bésame,
el corazón.

Acaríciame,
si te atreves, el ansia.

Házme cosquillas,
si la encuentras, en la razón.

Sígueme,
por caminos desconocidos,
inexplorados.

Juzgame,
si puedes, sin amor.

Piérdete,
solamente con locura, entre mis curvas.

Haz,
de mis piernas tu mansión.

Desea,
rozar mis labios.

Mírame,
como si solo hubiera hoy.

Recórreme,
con la tangente de tus manos.

Pero pase lo que pase,
nunca me jures amor.

Diez quinces.

Hoy quiero hacer un brindis por todas esa personas que llegan a nuestras vidas por accidente y que, sin quererlo y por desgracia para ellos, se convierten en el accidente más espectacular del mundo. Como si el choque entre dos coches diera lugar a la explosión de cientos de fuegos artificiales; luces de colores que se coronan en lo más alto del cielo, retumbando sobre nuestras cabezas.

Si, hoy quiero hacer un brindis por todo esos abrazos entregados envueltos en hermosos papeles, y los siete consecuentes besos en un cuello cubierto por mechones que han sufrido más que muchos corazones y que han recogido más lágrimas que cualquier pañuelo de seda. Pañuelos que envidian lo suave que pueden ser las caricias que provocan tus palabras, de dulzura inmedible.

Efectivamente, quiero brindar. Por cada sonrisa sincera (que son todas) que has conseguido arrancar de un rostro triste y desgastado por la erosión de los ríos que nacen en mis pupilas. Por esas miradas fundidas en miel que me han derretido el corazón. Por cada paseo por aquellos lugares que hemos conquistado, y por esas peleas tontas que solo han conseguido apretar aún más si cabe las esposas que nos unen. 

Brindo por todas esas personas que han intentado separarnos. Y alzo mi copa aún más alto por aquellas otras que lo seguirán intentando, con la única repercusión de apretar ese lazo invisible que nos tiene atados por las muñecas. 

Brindemos por mi, por ti, y por ese extraño nosotros, que gracias a un perfecto accidente, una mera casualidad, has conseguido que la fuente de mi felicidad esté más viva que nunca.

Y bebamos del trago, porque esta tan solo es la primera copa.