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Dicen que soñar es gratis, pero personalmente, yo no me lo creo. La vida siempre te cobra los favores, tarde o temprano. 

Soñé un futuro perfecto, inmutable, inminente. Y si, la hostia fue tremenda. Al principio se sonríe por aparentar. Y no niego que hoy en día sea de alguna otra forma. Pero a ser feliz se aprende sonriendo. O al menos ese es el cuento que quieren hacernos creer. 

Mil cosas que decir aún me quedan respecto a esa historia. Mil cosas que recordar, como la última mirada, el último beso, el último te quiero, y sobretodo, la última lágrima. Porque hay que sonreír y pagarle lo mínimo posible a este camino loco y pedroso que llaman vida. Hay que levantar la cabeza orgulloso, andar con caminares nobles, y no sentir ni una pizca de dolor. Porque son recuerdos. Recuerdos hermosos que seguramente, nunca volverán a recrearse salvo en tu mente. Sonríe, pero de verdad, por sentir un sentimiento tan humano como el amor, y por intentar refrenar lo más sincero existente, el odio. 

Porque no se puede odiar a quien no se ha amado. Y no se puede soñar con algo que en un momento, por mínimo que fuera, no fuera posible.

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