Jé.

Y si, puede que tenga una vida llena de tachones y de palabras difuminadas. Puede que algún "te quiero" ande por ahí suelto, vagando perdido. Puede que tenga más heridas de las que pudo llegar a tener Jesus en la cruz, y claro, que cada vez que las toco duelen. Pero esas heridas marcan finales. Finales que tienen una historia. Una historia bonita, feliz. Y por eso me ha doliso tanto decir adios. Pero en el recuerdo siempre quedan las partes dulces, los monentos agradables. Asi que aún siendo una mártir de la vida, aún teniendo la piel llena de llagas que nunca van a sanar, sonrío. Porque cada una de esas marcas de dolor me hace recordar. Recordar que son parte de mi y que siempre lo serán. Recuerdos que me hacen recordar. Tan solo eso. Pero a veces no viene mal echar la vista atrás. Revisar errores, por los que primero sonreí y luego lloré. Pero aunque hayas derramado mil lágrimas, no puedes arrepentirte, porque te esteías arrepintiendo de tu pasado, de tu vida. Te arrepentirías de ser tú, y de haber sido injenua algún día. De haber pensado con el corazón y no con la cabeza. De haber sido auténtica, de haber sido tú. Y eso no debería estar permitido. Que ya nos tenemos que callar bastantes veces a lo largo de la vida. No podemos dejar de ser nosotros mismos. Si no el mundo sería una mentira. Hay que aceptar nuetras acciones y vivir con las consecuencias. Eso de lo que tú te arrepientes te hizo llorar, cierto. Pero también sonreir y lo sabes. Y algún día una de esas decisiones cambiará el rumbo tu vida, o tu manera de ver el mundo. Algún día una de esas decisiones hará que sonrías para siempre. Y sí, puede que tenga una vida lleba de tachones, y de palabras difuminadas. Puede que algún "te quiero" ande por ahí suelto, vagando perdido. Puede que tenga más heridas de las que pudo llegar a tener Jesus en la cruz y claro que cada vez que las toco duelen. Pero aún así, sonrío ante cualquier cosa y lucho por ser feliz.

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